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Antonio, junto a sus nietas mellizas jugando con las hormigas. CEDIDA
¡Madre, las hormigas hablan!

¡Madre, las hormigas hablan!

antonio cebrián 'El moreno'

Sábado, 23 de junio 2018, 11:11

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Corrí desde el corral hasta la cocina y, en un estado de exaltación,

como si hubiera hecho un gran descubrimiento, exclamé: ¡Madre, las

hormigas hablan! Ella me miró sorprendida sin saber bien qué decir.

--¿Pero qué cosas hablan?

--Bueno, no lo sé.., pero estoy seguro que hablan entre ellas.

--No digas tonterías ni payasás, hijo mío. Que no te oiga nadie decir

esas bobás por ahí, que van a pensar que estás tontino.

--Te lo juro madre. Si quieres te lo demuestro ahora mismo.

--¡Si hombre! ¡En eso estaba yo pensando ahora mismo! En ponerme a

ver como hablan las hormigas, con todo lo que yo tengo que hacer.

Mi madre no dejó que se lo explicara. Sería a principios de los sesenta.

No tendría yo más de seis o siete años y mi pasión por estos animalitos

era obsesiva. Pasaba las horas tumbado boca abajo, en el corral de mi

casa, observando a las laboriosas hormigas llevar alimentos hacia su

hormiguero. Esparcía miguitas de pan por el suelo que ellas arrastraban

con una fuerza increíble (son capaces de desplazar unas veinte veces su

peso). Eso sí, marcha atrás.

Se trataba de esas hormiguitas de color miel, que resultan tan molestas

en las cocinas de los hogares. Me maravillaba la organización y la

disciplina con la que se dedicaba a su tarea sin descanso. Todas en fila

acarreando comida y respetando alguna orden que les daban los jefes

(pensaba yo).

--Madre, cuando tengas tiempo, te demuestro que las hormigas hablan.

--Bueno, mañana o pasado

Un día le oí a madre decir a mi padre, lo de mi obsesión con estos

maravillosos insectos.

--Dámaso, tú no sabes la obsesión que tiene este niño con las hormigas.

Se tira las horas muertas en el corral mirándolas. No sé qué les verá.

Deberías de hablar con él, porque no hace otra cosa. Viene de la escuela

y se va de cabeza al corral, se tira boca abajo y hasta que no lo llamo

tres o cuatro veces, no lo deja.

--Bueno, no te preocupes, son cosas de crío. Hablaré con él.

Yo seguía con mis observaciones/entretenimiento favorito. Un día vi

que una tiraba de una mosca muerta. Iba la pobre tirando marcha atrás

y, para impedir que se la llevara, le sujeté la mosca con un palillo. La

pobre tiraba con todas sus fuerzas, moviendo sus dos leves antenitas.

En un momento dado, abandonó la batalla y salió disparada en

dirección al hormiguero, que no estaba cerca. En el camino se

encontraba con otras hormigas, unían las antenas y la nueva se dirigía

hacia la mosca siguiendo la misma ruta por la que había transitado la

primera, llegando certeramente al lugar donde yo sujetaba a la mosca

con el palillo.

Esa unión de antenas se repetía con todas las que se iba

encontrando y todas, bajo la misma orden, seguía precipitadamente la

ruta en dirección a la mosca. Así todo el rato hasta que llegaba al

hormiguero y a los pocos segundos salía un ejército en formación en

dirección a la presa, respetando rigurosamente la ruta de la primera .

Al ver esto ¿Qué podía pensar un niño de siete años? Estaba clarísimo;

las hormigas hablan.

Así estuve varios meses. A veces ponía una mosca delante de la que estaba más alejada del hormiguero e invariablemente se repetía el mismo ritual; al no poder con ella, se dirigía al hormiguero velozmente y de nuevo salía un ejército en dirección a la mosca, pero curiosamente pasando por donde la "descubridora" pasó .

Yo, sencillamente había asumido, que las hormigas tenían una

comunicación verbal. En ese leve contacto de antenas la una le decía a

la otra dónde se encontraba la presa. La cabeza calenturienta y

soñadora de un niño curioso no daba para más.

Un día, en el que volvía a repetir el mismo experimento, esperé que la

hormiga exploradora fuera a buscar ayuda al hormiguero, y en ese

momento froté con un trapo el trayecto por donde había pasado

¡¡Sorpresa!! El ejército que salió a por la presa siguiendo las

indicaciones de la avisadora, al llegar a la zona frotada, se

descontrolaba y no conseguían llegar a la mosca, se producía un gran

desconcierto y volvían al hormiguero sin atinar con el lugar donde

estaba la presa. Me di cuenta que aquí fallaba mi teoría, las hormigas

hablan, pero no como yo pensaba. Repetí varias veces el mismo

proceso y efectivamente, no conseguían dar con la presa.

Decidí observar con más profundidad lo que podía estar pasando.

Entonces cogí una pequeña lupa que me había dado Don Paco, un

médico vecino de la calle Parra, y me puse a observar minuciosamente

la ruta intentando ver algún rastro. Allí no había nada, yo al menos no

lo veía. Sin embargo, llegué al convencimiento de que el lenguaje de las

hormigas era olfativo. Para convencerme hice otros experimentos. Uno

de ellos era dar con un palito un empujón a alguna de ellas. Salía

disparada, con la tenaza abierta y la cabeza muy levantada y, a todas

las que se encontraba, le transmitía la misma excitación. De tal forma

que, en torno al hormiguero, se organizaba un gran tumulto. La

hormiga a la que di el empujón inicial conseguía alertar a toda la

colonia de un peligro.

Todas se contaminaban, sin que la primera enfrentara necesariamente su cabeza con cada una de ellas. Cualquiera, previamente excitada, servía para transmitir la alerta. Aquello me hizo pensar que podían comunicar otro tipo de información, no sólo la relacionada con la comida.

Hice otra cosa por cerciorarme de esas primeras conclusiones a las que

llegué. Un día transporté una hormiga de otro hormiguero que tenía en

la azotea al del corral (esto lo hacía con mucho cuidado haciéndola

subir a un palito). La solté en la entrada del hormiguero que no era el

suyo y rápidamente fue atacada y muerta. Descubrieron rápidamente la

intrusa. Estaba claro que debía oler diferente.

Muchos años después me emocioné y lloré recordando al niño que fui al

leer un libro "Las Hormigas" de Edward Osborne Wilson (La persona que

más sabe de hormigas del mundo). Conocido como el "Señor de las

Hormigas" y por ser un prestigioso catedrático emérito de Harward y

fundador de la Sociobiología, que investiga las bases biológicas del

comportamiento humano . Ya no le caben los premios en las vitrinas de

su casa. Uno de ellos es el de la Fundación de mi banco BBVA. En

aquella ocasión dijo algo que todas las personas debiéramos tener

presente "Cada especie es una obra maestra".

En su libro "Las Hormigas" explica y desentraña el "lenguaje químico" mediante el cual estos insectos construyen sus rutas y se comunican. Demostró que todo ese extenso lenguaje es fruto de la acción de las feromonas

capaces de producir señales químicas fielmente interpretables por toda

la colonia. Estoy seguro que él también se emocionaría al descubrir que las

hormigas "hablaban".

Una pena Edward, que no nacieras en Casar de Cáceres, hubiéramos

sido amigos y hubieras visto cómo conseguí el milagro de introducir en

el corral de mi casa una colonia de hormigas negras (de las que

transportaban granos de cereales en el campo). Posiblemente en otra

vida seremos colegas y nos unirá esa pasión que has conseguido elevar

a la categoría de disciplina, estudiada en la universidades más

prestigiosas del mundo.

Yo ahora, Edward, intento transmitir a mis dos nietas la pasión por las hormigas. Más adelante les hablaré de las encinas, de los olivos y los alcornoques y cuando sean más mayores les contaré historias de mis aventuras en el campo y del arte de la cetrería y del hechizo que producen en mí las rapaces.

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